lunes, 21 de marzo de 2016

El beso sujeto a la moralidad

El beso es un acto que ha formado parte de la historia de la Humanidad, tan antiguo que cuenta con más de dos mil años de vida. Manifiesta cariño, afecto, veneración, amor... 
Los poetas han cantado sus deleites y toda su gama de diferentes emociones. Los artistas se han inspirado en ellos para componer muchas obras de arte.... Y en el cine se han reflejado todas sus formas.
El beso maternal y filial simboliza la máxima pureza y afecto. El que corteja a una dama, en la mano, es muestra de respeto. El de los enamorados demuestra ilusión y amor. El dado en el sacerdocio, acatamiento y humildad.


Pero este modo de expresar un sentimiento íntimo no se ha exteriorizado siempre igual, ni con la misma vehemencia. En la Florencia de 1675 había un tratado donde estaba escrito que el beso de la época consistía en que el enamorado asía con fuerza las orejas de su novia, al mismo tiempo que la besaba. Los esquimales, los chinos, los papúes, los indígenas de Nueva Guinea, de Australia y de muchas regiones de África demuestran su cariño de un modo más curioso, dado que ahí no se besa. La máxima demostración de cariño es... ¡frotarse las narices!

En Japón el beso está prohibido por costumbre y por religión, no es de extrañar que cuando se expuso El beso de Rodín en 1924, se hiciera... ¡detrás de un biombo!

En la misma América, aunque muchos os asombréis, fue donde se realizó una gran campaña contra el beso por un bacteriólogo, escudándose en millones de microbios y recalcando que es antihigiénico, que no debe besarse, ni a los niños, ni a los padres, ni a nadie, por las enfermedades que ello puede contagiar. Sin embargo, un profesor alemán se afanó en demostrar lo contrario, y afortunadamente la costumbre perdura.



Antaño fue señal de afecto y muestra de acatamiento y cortesía, aunque hay algunos ejemplos de lo contrario en la historia. Los asesinos de César le besaron al herirle o el mismo Judas besó a Jesús en el momento que iba a entregarle a sus verdugos. En el Libro de Job se menciona que los idólatras del Sol y de la Luna dirigían sus besos hacia dichos astros. Según Cicerón, en Roma se besaban las imágenes de los dioses. Y la Iglesia Católica considera el beso como una parte esencial de su liturgia.

En la Edad Media se llamaba "beso feudal" al que el señor daba a su vasallo cuando éste le rendía pleitesía de homenaje. "De reconciliación" es el de los enemigos en señal de reanudar la amistad; "de la fe" es el que se dan los que ejercen la hospitalidad; "de paz" hace referencia a la íntima unión cristiana entre los fieles y la pureza de costumbres de los primeros siglos y "esponsalicio" al que se dan los recién casados.

Fuente:  Vida conyugal y sexual, de Federico Corominas.

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