domingo, 7 de diciembre de 2014

Capítulo VI: Del latín, litteratūra.

cuyo significado según la RAE, "arte que emplea como medio de expresión una lengua".

Aprovecho que el 6 es mi número preferido y la casualidad de que toque tal capítulo para dedicarlo a mi pasión: la literatura. Voy a intentar no desviarme del tema ni hacer testamentos infumables aunque ya os admito que me puedo emocionar y dar parrafadas de infarto.

Si por algo me considero un chico de letras, no es porque me crea el más culto ni mucho menos vaya de ejemplo a seguir en cuanto a ortografía se requiere. Ni me devoro tantos libros como me gustaría (y apuesto que algunos que me estáis leyendo incluso habréis leído más que servidor) ni soy nadie, pese a ser licenciado en Hispánicas, para sentirme ejemplo en cuando a lo lingüístico se refiera.

Con ello perdonad la parrafada pero me refiero a lo que la literatura implica. 



Desde pequeño, mi afición a la lectura vino infundada por unos grandes profesores (y porque la educación era a mi juicio más eficiente y diferente a la de ahora, con sus pros y sus contras, pero eran otros tiempos...). Mis padres no son licenciados, él es electromecánico y mi madre ama de casa con el graduado escolar, si bien tienen estudios inferiores a los universitarios, se involucraban en mi educación lo máximo que podían (y demasiado exigentes en la misma, añadiría).

Sé que suena a tópico, pero señalaría más la implicación de mi madre que la de mi padre, pero sea como fuere, él siempre me reforzó en matemáticas (tablas de multiplicar, ecuaciones, etc,.) y mi madre se encargó de las letras, logrando que fuera al colegio sabiendo ya escribir y leer, no perfectamente pero si con cierta soltura, lo que me otorgaba cierta ventaja respecto a mis compañeros. Recuerdo aún esas tardes en que me estudiaba páginas de libros de texto porque nos preguntaba el profesor al día siguiente y ella lo sostenía en sus brazos mientras yo lo recitaba, muchas veces de memoria... O cuando elaboraba mi primeras fichas de lectura, en pequeños trozos de cartulina y a mano, y ella me las repasaba o las supervisaba para que quedaran perfectas... al mínimo tacho, ¡a repetirlas! Con esto quiero subrayar, que a mi juicio la educación no solo la determina los profesores, también el ambiente en que te muevas.

Todos hemos soñado con ser protagonistas de libros donde nos sumergíamos, nos hemos enamorado hasta de ellos o incluso hemos deseado que sucediera en la realidad. Empecé con cuentos infantiles, luego las colecciones de la editorial de "El Barco de Vapor" infantil y juvenil (naranja y rojo respectivamente eran sus colores) y fui poco a poco subiendo de nivel hasta llegar a El Quijote. A esto se añadiría el descubrimiento de la biblioteca, los préstamos, el afán de crear una propia en casa añadiendo con el paso de los años nuevos libros (actualmente tiene muchos ejemplares pese a que con el dilema del libro digital, el espacio me lo ha agradecido) y sentirme dichoso al contemplarlos en esas estanterías...

Antes de que hiciera Selectividad, ya me decidí por Filología Hispánica, aun sabiendo que muchos adultos ni sabían que era eso (y tenía que decir: "viene a ser profesor de lengua y literatura española pero para secundaria, de ESO para arriba") y otros soltaban que un futuro poco alentador al no tener apenas salidas profesionales salvo la oposición.

Aún así, la filología fue mi elección, donde obviamente me topé con dos ramas predominantes:
asignaturas dedicadas a la literatura y otras a la lingüística, siendo las primeras mi pasión, mi deleite y mi goce mientras que las segundas solían ser mi pesadilla, mi hastío y mis quebraderos de cabeza.
Y no me miréis raro, en toda carrera siempre habrá asignaturas que os encanten y otras que las aborrezcáis con toda vuestra alma, pero tenéis que cursarlas porque forman parte de ella.

Eso si, nada de comparar la lectura voluntaria con la lectura obligatoria, el efecto obviamente no es el mismo, y ya os lo dice uno que "sufrió como Precious" al leer (o intentar comprender más bien) a Jose Francisco de Isla con su Fray Gerundio de Campazas  y que pone por delante a La Celestina antes que la obra protagonizada por Alonso Quijano y Sancho Panza, algo sacrílego para cualquier literato pero qué le vamos a hacer, a mi me hizo más mella el escrito de Fernando de Rojas.

Considero que cualquier persona puede escoger otra carrera y amar la literatura, no obviamente solo es exclusiva de filólogos, sería ya el colmo de la estupidez; no voy a meterme a desarrollar si la vocación va de la mano de la personalidad de cada uno.

Muchas veces me han dicho que utilizo demasiados sarcasmos o incluso la ironía (que no es lo mismo, ya se encargó Dani, un conocido mío, de hacérmelo ver), los hay que recalcan que se me escapan demasiados recursos retóricos como la metáfora, la comparación o incluso la sinestesia (entre otros). Pero donde quiero ir a parar es que como diría Albus Dumbledore en la saga Harry Potter, "la palabra es nuestra fuente inagotable de magia, capaces tanto de infligir heridas como de sanarlas".

Solo diré que tener un libro entre mis manos, leer lo plasmado por un clásico o un autor sin tanta relevancia, es un ejercicio que me encanta y más si lo que leo provoca en mi una emoción, me identifico con ello e incluso podría jurar que podría haberlo escrito yo perfectamente. Esa correspondencia no es solo poesía, es también teatro o prosa.
Quien quiera experimentar este sentimiento y empatizar conmigo, solo ha de leer La Sombra del Viento de Carlos Ruiz Zafón, creo que ningún libro describió mejor mi relación con los libros y el significado que tienen los mismos en mí.

Sin embargo, después de haber escrito esta entrañable entrada, soy aún incapaz de explicar con palabras lo que significa la literatura para mi, lo es todo... y obviamente, como materia de letras, es recomendable enlazarla con otras artes como la historia, la filosofía o el arte (válgame la redundancia) de un siglo en concreto para tener una visión más completa y enriquecedora, así como poder entenderla más fácilmente.



viernes, 7 de noviembre de 2014

Capítulo V: ¿Donde quedó el cortejo?

Fuente: Enrique Serna, Fruta Verde

Tenía pensado escribir una entrada sobre otro tema, pero no pude evitar dar con este fragmento y obviamente comentarlo antes.

Y con ello, sin más preámbulos me dirijo al amor cortés, una concepción platónica y mística del amor.

Un amor secreto, donde un enamorado presenta una total sumisión a una dama (llamémosla "pareja" en terminología gay) y se establece un "sufrimiento" que sorprendentemente le provoca "goce".  Para entendernos, en lo meramente social del feudalismo: transponer la relación vasallo-señor. 
La amada (pareja) siempre se muestra distante respecto a quien la ama, pero a su vez goza de la admiración y de la perfección física y moral de su pretendiente. 
Este amor otorga una estado de gracia a aquel que lo practica y pasa por distintas fases, intentando una comunicación con su amada después de la progresión de estados de ánimo desde ser "suplicante" a ser su "amante". 
Aunque en poesía siempre está de trasfondo un adulterio por parte de la amada, que aquí eludiré porque no me interesa como idea o concepto que quiero destacar, el enamorado sustituye el nombre de su amada por un pseudónimo poético para que solo ella sepa que todo cuanto dice y hace va hacia su persona.

Hoy en día esto se ve reflejado en las películas romanticonas de Hollywood con final predecible, donde se "vomita arcoiris" y el "pastelosismo" está a la orden del día, tan asquerosamente idílicas son que las hacen poco creíbles en la sociedad actual en la que vivimos, provocando ilusiones y las consiguientes decepciones que una vez siendo niños, los cuentos de Disney, se encargaron de sembrar en nosotros. Sí, meramente pura fantasía y magia, algo que desgraciadamente no tiene cabida en esta sociedad "insensible y deshumanizada".

Decidme, con el corazón en el pecho, 
¿quien no ha soñado con seducir o ser seducido lentamente? 
¿quien no ha preferido vivir un amor de película donde un enamorado llamara la atención o demostrara su amor hacia él a base de locuras, hechos o cosas a la que cualquiera no se atrevería? 
¿quien no ha deseado recibir un poema escrito de puño y letra de otra persona donde el papel fuera su cuerpo y la tinta su corazón?  

Y sí, dicen que en una relación, el cortejo es lo más importante, es clave para establecerla como tal. Puede sonar anticuado tal concepto, pero la obscenidad reina desgraciadamente en la actualidad, y el sexo prevalece sobre el amor. Muchas veces he comentado con amigos que ahora primero te llevan a la cama y después te preguntan tu nombre, y con suerte, tal vez se interesen por verte de nuevo o ni eso. El ser humano se ha vuelto un depredador de sexo, satisfacerse únicamente con y de eso en el prójimo y obviamente despreciar los sentimientos del mismo en busca de su deleite y disfrute, egoístamente con todas las de la ley. No quiero negar que el sexo es una necesidad más, somos todos humanos, yo el primero, y sería hipócrita si renegara de que no le doy importante, pero de ahí a coronarlo como primer escalón de una pirámide por encima de otros sentimientos, hay un gran abismo.

Pero no todo está perdido, la sociedad cambia... siempre hay esperanza. Cada persona es un mundo, no todos somos ovejas modorras que seguimos en masa a otras, sino que tenemos personalidad, voluntad y autenticidad, aunque muchos parezcan haberlo olvidado, ciegos o temerosos de predicarlo por miedo a sentirse excluidos o aislados.

Aun hay quienes que prefieren contemplar el cielo en las noches, buscar constelaciones acompañados, mirar a la Luna y sentir como tocan su alma para escribir poemas y versos inspirados por sus sentimientos, aquellos que otros temen que afloran y reprimen como si les avergonzara. Detalles tan bonitos como un mensaje de buenos días, de "qué estás haciendo", de buenas noches, y otros de la misma índole que relees con una sonrisa tonta en la boca, que no controlas pero que en un día monótono o malo, te lo acaban alegrándolo.  

Relaciones estables, duraderas, donde imperan esos momentos en los que estáis juntos, con complicidad y empatía, sintiendo que sois los nuevos Romeo y Julieta, Calisto y Melibea, amantes que desafían al mundo al estar juntos. Seré antícuado, pero yo me muero por ser uno de ellos.


Pd: Sé que ahora me está dando por escribir demasiado seguido en el blog y espero no abandonarlo del todo en el futuro, al menos pasarme una vez por semana. 

domingo, 5 de octubre de 2014

Capitulo IV: El silencio


El silencio es un arma de doble filo con la que hay que tener mucho cuidado, y la verdad, nunca viene mal ser cauto. 
Por una parte, si no la sabemos controlar, nos puede pasar por encima y por ende, cuesta levantarse; pero por otra, también nos ayuda a adentrarnos en nuestro mundo interior para intentar hallar una respuesta favorable a un suceso, hecho u acción que se nos haya presentado sin esperarlo. 

Sin embargo, navegar dentro de nosotros mismos deja de ser confortable si pasamos demasiado tiempo en ello, el viaje se haría entonces muy largo y no tardaría en llegar la soledad.

A veces uno siente que el silencio es prescindible e inútil si tienes amigos con quien compartir tus ahogos, penas y frustraciones, ya que sólo así puedes recibir consejos que te encaucen a un mejor dominio de tu vida. 

Pero... los silencios son necesarios. Ni la más selecta verborrea logrará equilibrar lo que una pausa. Los silencios se enlazan fácilmente a emociones indescriptibles, que distan remotamente de palabras escudriñadas. 
Silencios que sin esperarlo, dan respuesta a las dudas que carcomen nuestras entrañas, Silencios bienvenidos que nos protegen de agregar palabras que nos conducirán a equivocarnos. Silencios que bien empleados benefician a las relaciones, produciendo lazos fuertes y duraderos.

Y como todo en esta vida, el silencio lastima, hiere y duele como los puñales que utiliza la inquietud.  Silencios que no deberían suceder, aquellos que nos "transmiten" falta de interés e incipientes descuidos, desidias que nos matan lentamente porque percibimos que somos invisibles, inútiles, prescindibles para esos otros que nos "ignoran". Silencios que ceban abrupta y constantemente a las dudas hasta conducirnos a la más horrible de las desesperaciones. 

Silencios incómodos que debes romperlos en cuanto tengas oportunidad y así derrotar al lamento que lleva tras de sí. 
Silencios "escandalosos" donde la situación lo dice todo, relegando a la palabra, Silencios que no nos ayudan, que nos separan. Silencios que no comunican nada...

¿Sabemos pues utilizarlo?

jueves, 18 de septiembre de 2014

Fénix

Dicen que en la adversidad se miden las personas. Hay veces que los golpes son realmente duros y cuesta volver a ponerse en pie, pero finalmente, acabas haciéndolo. Una y otra vez. Antes de ello, pasas por un periodo de recuperación.

Las recuperaciones no son fáciles, suelen doler más que el propio golpe. La gente más cercana puede ayudarte, aconsejarte, entenderte, aliviar la carga que llevas a cuestas… pero en realidad, la recuperación acabas haciéndola tú solo. Una vez hemos pasado ese periodo crítico o de vulnerabilidad por un tiempo, salimos fortalecidos. Si crees que has perdido el tiempo, quizás te equivocas, ya que curar las heridas no es fácil, requiere de paciencia y de tiempo y hay algunas que tardan en cicatrizar. Una vez lo has hecho, es momento de volver a reincorporarte a la carrera. 


¿Quién dijo que iba a ser fácil? Encontrarás obstáculos y vas a tener que sortearlos. Van a ponerte a prueba. Vas a sentir dolor. Ahí es donde tienes que ser consciente de las veces que te has caído y te has levantado, de aquello que anhelabas y has conseguido, de todo aquello que puedes y te queda por conseguir. Inevitablemente una vez has vuelto al terreno de juego, te preguntas donde se había ido la fuerza que tienes cuando te habías caído, te preguntas dónde estabas tú mismo y en verdad no nos hemos ido, seguimos ahí, pero vulnerables solo por un tiempo.

De cada derrota, aprendemos. De cada derrota, somos más sabios. De cada caída, aprendemos a vencer, a superarnos, y una vez más a preguntarnos: ¿Es lo máximo que podemos dar de nosotros mismos?

jueves, 11 de septiembre de 2014

Capítulo III: ¿Qué pasa cuando morimos?

« Al morir solo queda ser polvo, para renacer siendo viento.
Morir es renacer sin haberse ido »


Capítulo algo tétrico... pero que en etapas de nuestra vida va cambiando la perspectiva conforme a lo que LA MUERTE es para nosotros.

Cuando era pequeño pensé que era el fin, me aterraba tanto que con solo pensar en ello me hacía hasta llorar porque sabía que era algo de lo que no podría "escaparme".

Imaginaos cuando veía un coche fúnebre o un ataúd...


La muerte era un tema tabú, me daba incluso pavor preguntar a mis padres, solo yo me contestaba a todo por lo que veía.

He de reconocer que con esa edad mis vecinos que eran mayores, iban muriéndose demasiado seguido sin dejar amplio margen entre una defunción y otra.

La religión pudo/puede ofrecerme respuestas, la resurrección de la carne y del espíritu... sin embargo, creo que conforme he crecido, mi temor a la muerte se apaciguó, y más que verla como una enemiga, como el fin, la considero como un punto y seguido a otro camino... Si creo en el más allá, en el karma, en las coincidencias, en las señales, en el destino y demás, es obvio que eso influye en mi concepción de la misma.
Para mi Dios no es un señor viejo con barba y túnica blanca con trono sentado en una nube en el cielo, para mi es una fuerza, una energía primitiva, que está presente en nuestro mundo, y sus muestras más evidentes son la naturaleza, por compararlo con algo: es tierna y salvaje...


Y sin desviarme del tema, creo que me acerco más al budismo, la reencarnación... nuestra alma no muere, pues somos energía (y la energía ni se crea ni se destruye), volvemos a este mundo a "arreglar" lo pendiente de vidas pasadas aunque no tenemos consciencia ni idea, porque estamos como "amnésicos"... de ahí que los déjà vu o los sueños sean la vía que muchos justifican para recordar fragmentos, recuerdos, de lo anterior...

Lo del nirvana  el estado de total liberación y por consiguiente, el cese del "renacimiento",  no voy a desarrollarlo pero sería que todos aspiramos a alcanzarlo, lo logramos tarde o temprano...


Por otro lado, quiero recalcar que si esto equivale a la fuente suprema de todo bien, ha de estar la imperfección, el mal (?) para guardar el equilibrio... somos como una cascada de agua que conforme va pasando por diversos lugares va limpiándose de impurezas hasta ser purificada.



Obviamente, es mi creencia resumida a grandes rasgos, pero también hay aspectos que no tienen respuesta, inconclusos, que fallan o no coinciden, faltan piezas para completar el puzzle... pero, los humanos somos demasiado inferiores al concepto de eternidad y a la inmensidad del Universo, por lo que nuestro cerebro nunca sería capaz de entender y razonar todo cuanto encierran.

jueves, 28 de agosto de 2014

Capítulo II: ¿Esclavos de la sociedad?

"El individuo ha luchado siempre para no ser absorbido por la tribu. 
Si lo intentas, a menudo estarás solo, y a veces asustado. 
Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo"
Friedrich Nietzsche

En una sociedad tan egoísta y materialista, difícil es que una persona se pare durante un momento y te dedique unos minutos de su vida a preguntárte "¿En qué piensas?"... Si te sucede, ni te haces la idea de lo afortunado que eres.

Normalmente cuando este mundo gira en torno a modas y ejemplos, no siempre la masa acierta y sigue lo correcto, más bien lo mediocre o transgresor se lleva el gato al agua. La gente busca encajar, y para lograrlo satisfactoriamente, es capaz de fingir por miedo al rechazo o la soledad. No les culpo, si bien en parte dejan "su identidad" aparcada a un lado, me solidarizo en parte porque ser invisible es lo peor que te puede ocurrir.  En un mundo donde nos predican que no todo se reduce a blanco o negro pero que a la hora de la verdad esa preferencia por el gris es aparentemente fingido, uno tiende a rendirse, rebelarse o sobrevivir.

Puedes apoyarte en que "mejor es estar muerto que de rodillas", "que se podrá matar al soñador, pero no al sueño"... sin embargo, sin quererlo, al optar por esa vía, te condena a crearte una burbuja que solamente te aislará más cuando ya de por sí es complicado integrarte. Si eres sensato, aunque otros podrán llamarte hipócrita, jugarás al juego de la comunidad (dado que formas parte, te muevas o no, cumpliendo tu papel ya sea para aislarte o unirte) pero eso no implica que abandones tus aspiraciones, tus sueños, tus ilusiones, tu esencia.

Muchas personas se abandonan al no tener esperanza, pero otras donde yo me incluyo, pasamos de casilla en casilla en este tablero llamado "vida" acatando las reglas más flexibles aunque a veces nos toque enfrentarnos con las que rozan, resquebrajan y entran en conflicto con nuestros principios. Aislarte solo implica quedarse solo, no es de cobarde confesarlo, es más bien duro si lo acatas... y si no te mueves, nadie lo hará por ti.

Es probable que durante el juego, sin quererlo y muy a tu pesar, cambies, el contacto es inevitable y adquirirás aspectos sin darte cuenta pero que con el tiempo te avergüences de ello pero es el riesgo, y como sabes, para conseguir lo que deseas has de arriesgarte porque merece la pena.

Siguiendo el ejemplo del tablero de juego, darás con personas que han perdido toda su esencia, alienadas por el viento que empuja la sociedad y contribuyendo a reforzarla negativamente para endurecerla o que perdure; pero también darás con quienes optan por lo que he dicho: moverte pero sin perderte. Y curiosamente, cruzarse contigo sea la recompensa a su sacrificio, de igual forma que el dar tú con ellas la felicidad que la esperanza te prometía; les demostrarás quien eres, y verán que no están solas, y entonces, en ese momento, habrás ganado la partida.



Sé que puede verse como un consejo positivo, pero dentro de lo que cabe, la sociedad no es nadie sin los individuos que la integran y por tanto, aunque aparente lo contrario, sabe que puede también perder. Contará con la impaciencia, la incertidumbre, pero la esperanza, la fe y la persistencia que debes tener, no se lo pondrán fácil y serán pues sus peores enemigas. Así que, de ti depende si ganar o perder(te).

miércoles, 16 de julio de 2014

Capítulo I: ¿A qué juega el espejo?



Te miras y ves tu reflejo,
si eres gordo, delgado, demasiado gordo, demasiado delgado.

Un espejo es inerte, solo muestra lo que refleja,
el error lo cometes cuando solo te dejas llevar
por lo que él te muestra.
Sé valiente y toma las riendas.
No dejes que su influjo te venza.

A un espejo jamás le importarán tus sentimientos,
jamás sabrá que hay en tu maravillosa mirada,
no le llamará la atención el motivo de tu sonrisa,
ni se inmutara cuando te vea preocupado
para así confundirte y acrecentar tus inseguridades.

No le conviertas en algo superior en tu vida,
cuando te mires plasmará lo mismo
que una voz cuando el eco la atrapa,
no olvides que es cruel cuando muestra
lo que tiene delante,
porque solo muestra un físico
y no tiene derecho a martirizarte
y aprovecharse de tus debilidades.

El espejo es equiparable
a esas personas que ni te conocen,
con las que te cruzas,
a las que le eres indiferente
las que en tu existencia
ni siquiera reparan.

Sin embargo no olvides
que existen personas
a las que importas
y valoran lo que un espejo ignora,
lo bueno que hay en ti.
Métete en la cabeza
solo lo verán y te lo harán notar los demás.
Y es lo que él, envidioso, no conoce,
no se le fue otorgado tener demasiado poder.

Y lo mas importante, que tus temores
no distorsionen la realidad.
Recuerda que tus inseguridades
son fácil de persuadir por el espejo,
pero toma el mando,
tu autoestima de él ha de estar a salvo.

Quiérete a ti mismo, es lo que importa.

viernes, 27 de junio de 2014

El laberinto de las decisiones, ganar o perder

Con el paso del tiempo las cosas cambian, se desgastan o se perfeccionan. Entre tanto, vivimos constantemente tomando decisiones. Algunas, no afectan al trascurso de nuestras vidas, y otras sin embargo, la trastocan de la manera más profunda que jamás podríamos imaginar. 

Y aprendemos a vivir con ellas. Con las decisiones tomadas con valor, con aquellas tomadas con una cierta dosis de locura, con aquellas que son acertadas y otras que quizás no lo son tanto. También luchamos batallas, en las que hay veces que salemos victoriosos y otras que nos hacen sufrir más de lo necesario. Como seres humanos, erramos. Esto significa que hay veces que perdemos el tiempo luchando por causa de una mentira, o sufrimos por personas que no estaban a la altura de nuestro amor. 


Lo importante al final de todo, es saber que las malas decisiones, o las batallas que hemos librado y que nos han permitido llegar a donde estamos hoy, siempre terminan por enseñar algo. No importa cuántas heridas y cicatrices haya supuesto caer en nuestras particulares luchas. Cada herida y cada cicatriz es una hazaña que indica que nos hemos levantado en las situaciones más adversas, que hemos lidiado con el dolor, que hemos sido capaces de sobreponernos a aquello que un momento nos hizo débiles pero que ahora nos ha hecho fuertes. 

Si la decisión que tomamos es acertada, saldremos victoriosos de la batalla, si no lo es, saldremos derrotados, tendremos que comenzar todo otra vez, pero esta vez seremos más sabios. La base del éxito, al final se basa, en la constante de seguir luchando, una y otra vez.

domingo, 11 de mayo de 2014

¿Es la vida que queremos vivir?

Hay momentos en nuestra vida que la rutina nos consume. Estar inmersos en hábitos adquiridos en los que hacemos las cosas sin pensar acaba por hacernos mella. De alguna manera, la rutina nos impide darnos cuenta, ser conscientes del ahora, del momento en el que estamos viviendo. Es entonces, cuando deseamos el cambio.

Dichos cambios, normalmente suelen estar marcados por grandes acontecimientos pero los mejores cambios, llegan en pequeños momentos. Los mejores cambios llegan, una vez paramos y vemos quienes somos. Aquellos importantes, aquellos que te pusieron a prueba. Aquellos que hicieron de ti alguien grande. Esos que te hicieron vulnerable por un tiempo, pero que finalmente te hicieron más fuerte. Esos, que te hicieron humano.


Cuando la sensación agobiante de la rutina nos agobie, es el momento de reflexionar y decidir. ¿Es esta la vida que queremos vivir? ¿Apostamos por la persona equivocada? ¿Es el momento de dejar atrás aquello que nos está haciendo daño? ¿Podemos esforzarnos más? ¿Podemos hacerlo mejor?

Una vez somos conscientes de aquello que queremos cambiar de nuestra vida, es el momento de echar la vista atrás solo un momento. Todo ello, para mirar lo que hemos conseguido hasta entonces, y volver a mirar hacia adelante, ver todo aquello que nos queda por conseguir, y finalmente seguir nuestro camino.

martes, 29 de abril de 2014

Evolución

Cambio. Vivimos en un estado constante de cambio, en donde lo que parece más sólido o estable termina por ser efímero.

A veces solo basta con mirar un poco al pasado, para darte cuenta de ello. ¿Eres la misma persona que eres ahora? ¿Qué cosas se han quedado por el camino? Y lo más importante, ¿eres feliz con dicho cambio? 


Una vez has echado la vista atrás puedes caer en la cuenta de lo distintas que son las cosas hoy. Quizás, parte de ti es más sabia. Parte de ti, ha aprendido de los errores . Quizás, hayas dejado atrás a personas que en su día, lo fueron todo para ti pero al final, se han quedado aquellos que han resultado ser imprescindibles. 

Quizás, ahora miras las cosas desde otras perspectiva, desde la perspectiva de la experiencia. Entre tanto, has sufrido pérdidas. Pérdidas en las relaciones, pérdidas en la manera de afrontar las cosas, pérdidas en la manera de actuar... Pérdidas al fin y al cabo. 

Muchas personas creen que dejar cosas atrás es irremediablemente triste, malo o realmente doloroso. Puede que a veces lo sea, puede que haya pérdidas que son difíciles de encajar pero finalmente, seguimos adelante. Cambiamos, evolucionamos. 

La historia de nuestra evolución personal acaba resumiéndose en aquello que descartamos, en aquello que dejamos atrás. Al final lo que permanece, es lo indispensable. Y entre tanto cambio, hay algunas cosas que a uno le alegran que no cambien.

viernes, 28 de marzo de 2014

El principio 90/10

El escritor Stephen Covey escribió sobre el principio 90/10 en el cual se nos descubre que la manera de reaccionar ante determinadas situaciones que nos ocurren en nuestro día a día, son clave para entender lo que nos sucede en nuestras vidas. No controlamos el 10% de lo que nos sucede en nuestra vida, pero el 90% de ello, lo acabamos determinando nosotros. 

Tenemos buenos y malos días. De estos últimos, ¿realmente nos paramos a pensar que ha originado nuestro caótico día? 


Solemos atribuir la culpa a una serie de factores, a un cúmulo de cosas y en ocasiones a otras personas cuando en realidad, la culpa de ese fatídico día la hemos tenido nosotros, o concretamente nuestra forma de reaccionar ante los eventos que se nos han presentado. 

Hay que partir de la base de que no todo podemos controlarlo. El control da tranquilidad, da estabilidad. Pero todos sabemos que no todo es predecible ni controlable, hay cosas que se nos escapan de las manos. En ocasiones, cosas que no se nos pasan ni por la cabeza, pero que debemos de hacer frente. ¿A veces, no os ha dado la sensación de que la vida os ha puesto a prueba una y otra vez? Cuando sucede, es fácil perder los nervios. Es fácil venirse abajo. ¿Es constructivo para nuestra salud emocional reaccionar así? Todo depende del cristal con el que se miren las cosas.

Nuestra manera de enfrentarnos a determinadas eventualidades, va a determinar nuestro día, nuestra manera de relacionarnos con los demás o nuestra predisposición a realizar alguna tarea. Al final lo que hacemos, pensamos o decimos, se convierte en una especie de boomerang que regresa a nosotros.

En última instancia, nosotros somos los artífices de hacer de aquello que nos vuelve, sea algo que merezca la pena o no.

martes, 11 de febrero de 2014

Reciclar(se)

El camino es largo, el camino es duro. Conseguir aquello que queremos, no es tarea fácil. 

Hay veces en las que creemos estar persiguiendo nuestro objetivo cuando en realidad, lo único que estamos haciendo es alejarnos de él por las meras ganas de llegar a este lo antes posible. Esto conlleva en ocasiones a que entremos en un estado de desgaste, de agotamiento, tanto físico como emocional. 

Es entonces, cuando necesitamos descontaminar en cierta parte nuestros pensamientos y formas de actuar con el fin de estar bien con nosotros mismos, redescubrir la pasión que nos mueve y volver al terreno de juego con fuerzas, con ganas de conseguir aquello que queremos conseguir, pero disfrutándolo.


Es importante visualizar nuestra meta y continuar para llegar a ella, pero sin olvidar de disfrutar del camino, sin olvidar las veces que nos hemos levantado tras cada caída y así recordarnos que podemos hacerlo otra vez. Cuando llegamos al punto de desgaste, es momento de parar. Es momento, de volver al punto de partida. 

Es necesario, reciclar nuestra manera de pensar, desechando aquello que no trae nada positivo a nuestras vidas y quedándonos con aquello que verdaderamente nos aporta algo. Es necesario, ser conscientes de todo lo que hemos conseguido y que esto nos sirva de aliciente para ver que somos capaces de más, de conseguir aquello que trifulca en nuestra cabeza. 

Al final, reciclarse, supone un nuevo comienzo, una nueva oportunidad de hacer las cosas mejor.

jueves, 30 de enero de 2014

El miedo sumiso

El miedo es la emoción más básica del ser humano para protegernos de cosas desagradables, de peligros o de amenazas que rompan con nuestra estabilidad. Generalmente, el miedo se asocia con un concepto negativo del mismo, ya que dicha emoción en ocasiones nos limita y hay veces que no nos permite actuar. Pero realmente, ¿el miedo llega a ser algo malo o que adquiera una connotación negativa? 

Utilizado de manera poco decorosa, el miedo se convierte un arma de dominación y control poderosa en la que nos convertimos en sumisos de aquellos dirigentes que tratan que nos acobardemos y actuemos acorde a sus intereses. Sin embargo, el miedo también nos impulsa a ser valientes, a matar ese freno que nos impide actuar, a querer mejorar. Hay gente que cree que la ausencia de miedo es la que nos lleva a conseguir grandes cosas, pero el no tenerlo ¿no nos hace en cierta medida inconscientes o ajenos a la realidad? 


El miedo es necesario, pero no dejando que este nos controle. Hay que establecer una relación en la que nosotros seamos conscientes de que está ahí, que lo controlemos y que lo utilicemos como ente motivador que nos permita alcanzar aquello que queremos conseguir. No se trata de evitar el miedo, sino de canalizar el potencial de este y encaminar nuestra manera de actuar a conseguir algo productivo de dicha emoción.